La economía circular en la gestión de envases en el supermercado
La gestión de residuos es una parte importante de la estrategia de sostenibilidad medioambiental de las empresas de distribución alimentaria. Estas se encuentran alineadas con la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, así como con la Estrategia Española de Economía Circular, donde se transpone la Directiva 2019/904 de la Comisión Europea relativa a la reducción del impacto medioambiental de determinados productos de plástico.
Los envases que contienen los alimentos son la parte más visible para el ciudadano del uso de materiales en las tiendas. Las medidas que está tomando el sector de la distribución alimentaria, en colaboración con los productores y la industria alimentaria, están encaminadas a asegurar que el envase utilice el mínimo de materia prima imprescindible, así como que sea recuperable y que sea reciclable. Los supermercados han protagonizado algunos hitos de gran impacto en la sociedad, como la reducción de bolsas de plástico de un solo uso en la línea de cajas desde 2008, y, en sus procesos logísticos, la introducción de Envases Reutilizables de Transporte (ERT) hechos con plástico reciclado que se reaprovechan durante largo tiempo –unos 100 ciclos- en el transporte y exposición de productos hortofrutícolas, para ser luego reciclados y reintroducidos en el sistema productivo.
A lo largo de los últimos meses, además, se han dado pasos muy visibles para el consumidor en el sentido de alcanzar las metas recogidas en la normativa para eliminar el plástico de un solo uso en productos como menaje, pajitas o bastoncillos y sustituirlo por productos biodegradables. En este sentido, es importante tener en cuenta que la entrada en vigor, el pasado 3 de julio, de la Directiva Europea antes mencionada se refiere a la prohibición de la entrada en el mercado de determinados productos de plástico de un solo uso, por lo que todavía se verán en las tiendas algunos de los que se encontraban en los almacenes. A pesar de ello, muchas referencias ya habían sido sustituidas antes de dicha fecha por productos fabricados con otro tipo de materiales biodegradables o compostables como la celulosa –para los bastoncillos-, la caña de azúcar –para menaje-, el CPLA (ácido poliláctico cristalizado, un derivado de compuestos vegetales) -para las pajitas-, el maíz –también para menaje- o la madera –para envases de frutas y verduras-.
Además, y en lo referente a las bolsas, el papel, la rafia de material recuperado, el plástico compostable o las mallas reutilizables son ya una realidad en las secciones de venta asistida de productos frescos. Como lo es también la sustitución de bandejas de poliespan en las que se sirven algunos de dichos alimentos por otras que usan algunos de los materiales antes mencionados.
Los envases en la trastienda
Esto es lo que los consumidores pueden ver cuando se acercan a las tiendas. Pero hay mucho más. En los supermercados se utilizan envases comerciales –los que se encuentran en plataformas logísticas y se usan para exhibir los productos en las tiendas- en los que la reducción, la reutilización y la recuperación de materiales alcanza, año tras año, cotas más altas.
Se calcula, en cifras que se quedan cortas cada día, que la reducción del consumo de materiales en las plataformas logísticas y almacenes se ha situado en los últimos dos años en tasas superiores al 10% en el caso del plástico y al 20% en el caso del papel y cartón; mientras que los porcentajes de reciclado alcanzan valores que rondan de media el 80%. Con sistemas de logística inversa muy avanzados –por los que los residuos se recuperan para su reutilización-, los kilos de plástico recuperados al año superan entre 3.000.000 y 250.000 en función del tamaño de las cadenas; mientras que los de cartón y papel alcanzan entre los 60.000.000 y los 3.000.000 kilogramos. Estos materiales recuperados tienen como destino su reutilización en las propias cadenas o en gestores autorizados.
El objetivo de residuo cero está muy presente en los planes de las empresas. Sin embargo, hemos de ser conscientes de que el problema al que nos enfrentamos como sociedad no es generar un residuo que, a veces, resulta inevitable, sino no separarlo ni tratarlo adecuadamente para evitar que se convierta en desperdicio. Pero, hacer esto, depende de todos. Para que la economía circular sea una realidad, toda la cadena deberá trabajar en cerrar el círculo, desde el producto de la materia prima hasta los recicladores, pasando por la distribución, el consumidor y las administraciones públicas.
Así mismo, la incorporación de envases elaborados con materiales reciclados y de envases reutilizables debe ir acompañada de un análisis de ciclo de vida sólido para evitar que su implantación cause una rebaja en la seguridad alimentaria, que es máxima irrenunciable o un aumento de los impactos ambientales. Además, es también imprescindible que los sistemas de recuperación y reciclado sean homogéneos en todo el territorio para asegurar su efectividad.
Por último, y de manera resumida, la sostenibilidad medioambiental en la distribución alimentaria tiene otras derivadas muy importantes relacionadas con la reducción de emisiones gracias a un incremento de la eficiencia energética y del uso de energías limpias en el transporte, la edificación y el equipamiento –con los procesos de refrigeración como una de las líneas de actuación más importantes en los supermercados-. El propio formato comercial que representa, con tiendas muy cercanas a las casas de los consumidores, propicia un urbanismo sostenible en el que, según datos del Institut Cerdà, el 90 por cierto delos clientes va andando a hacer sus compras, lo que implica que más de 3.000 millones de desplazamientos de compra cotidiana se hacen a pie con emisiones cero.